lunes, 11 de junio de 2007

Sobre Barcelona y López


El viernes, después del partido de todas las semanas con mis amigos y en medio de una ronda de cervezas, me preguntaron sobre la tapa de la revista Barcelona de la última semana en la que se hace mención a Filmus y, por enésima vez, a Julio López. Di mi parecer: “No me gusta cuando hacen humor con López”. Risas, un “pero, bueno…”, “vos también…”. “Eso lo hacen para que gente como vos se enoje”. “No se puede hacer humor con cualquier cosa”, digo. “Sí, se puede”. “No”. “Con Cromagnon hicieron lo mismo”. “También me parece mal”. “Pero si esos eran unos negros cabezas”. “Entonces, mandalos a la cámara de gas y, de paso, votá a Macri”. “Yo odio a Macri”. No alcanza con odiar a Macri.
La revista Barcelona me enerva, me saca de las casillas, es una de las pocas cosas que me ponen en estado de furia. Y paso a explicar por qué.
Los editores de la publicación acuden el cinismo para hacer su humor. El cinismo es esa manera de decirle a los otros que está más allá de todo, que nada lo involucra ni lo interpela, que todo le chupa un huevo. Muchas veces, funciona como un modo de protección ante la maldad del mundo. Otras, sirve para facturar (pienso –sin detenerme en las diferencias– en Petinatto, Rial, Pergolini y Tinelli). El cinismo que propone Barcelona no acusa un detalle: el tema sobre el que se puede hacer humor. Está claro que para los editores no hay represión al respecto. Todo vale, y en eso montan su provocación (¿su falsa rebeldía de cuarentones decepcionados ante el fracaso de la democracia? ¿su modo fácil de rendirse ante las cómodas cuotas del menemismo? ¿su encaje perfecto en la imposible posmodernidad post-20 de diciembre?). Pero lo que sucedió con López ¿es motivo de risa? Que sea el personaje central de las últimas tapas ¿es motivo de risa? El cinismo de Barcelona trivializa, banaliza, iguala todos los temas. No hay límite ni diferencia. Da lo mismo reírse de un tipo que estuvo (durante la última dictadura militar) y está desaparecido que de los niveles de fascismo de la clase media argentina. Y no puede dar lo mismo. Porque López es una víctima del terrorismo de Estado, porque reírse de eso es reírse de los centros clandestinos de detención, de la tortura, del robo de bebés, de los vuelos de la muerte; de los 9.000, 15.000, 30.000 desaparecidos. Reírse de él (o de lo que sucede alrededor de él) es no diferenciar que lo que sucedió entre 1976 y 1983 en nuestro país no es lo mismo que sucede hoy. Y no lo es porque esos años marcaron a fuego lo que sucedió y sucede en el país desde entonces. Y el problema con esas referencias constante de Barcelona hacia la figura de López es que no considera las diferencias, los gruesos matices que piden a gritos detenerse ante el dolor ajeno que debería sentirse como propio.
Y no exijo reconocer esa distinción desde mi obsesión o interés personal. Porque la desaparición de López no es algo personal, propio, intimo. Es algo que nos implica a todos, aunque no queramos, aunque algunas doñas Rosas digan con aires conspirativos que López aparecerá los días previos a las elecciones presidenciales de octubre (¡ojalá!). Las desapariciones políticas en nuestro país son los muñones de nuestra historia, que –como las extremidades apuntadas de un cuerpo– siguen estando, se siguen sintiendo, como fantasmas.
Para Barcelona el cinismo es un modo de desconocer al otro, de no reconocer comunidad posible, es la manera de decir que ya todo da igual, que la desaparición del principal testigo en la causa Etchecolazt no tiene mayor importancia que joder a Sabato, Nora Dalmasso, Bush, Kirchner, Bin Laden, Cristina y la mar en coche. Todo es lo mismo. ¿Todo es lo mismo? Que quede claro: no es lo mismo ser editor de una revista que ser el hijo o la esposa de un desaparecido o de una víctima de Cromagnon.
“Y de Norita, qué me cuentan. Se la curtía el hijo, noma’”. “Vos no te rías, eh”. “Sí, de eso me río –digo–, porque morir en un barrio privado de Río Cuarto no es lo mismo que ser víctima del terrorismo de Estado”. Estar desaparecido no es lo mismo que estar muerto. La ESMA no es lo mismo que un country. Julio López no es lo mismo que Nora Dalmasso. Militar por los derechos humanos no es lo mismo que ser una empresaria exitosa que se dedicaba a arreglar las flores de su jardín.
Desconocer esa diferencia es caer en el peligroso camino que nos llevará a repetir los males del pasado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta cómo escribís y coincido en un gran porcentaje con vos. Te admiro. Es más, tengo ganas de contestarte desde mi propio blog (cuando lo tenga).
El tema es más fácil. Barcelona hace referencia a Julio Lopez para ridiculizar al gobierno, al nabo de Kirchner que se pensó que como encontró al albañil amigo de Fernández de Rosa, JL iba a aparecer así de fácil también. Lo joden porque hace política con su supuesta militancia y su cercanía a montoneros, erp y demás, pero en realidad es una estrategia de marketing. Le demuestran que lo saben, nada más.
La joda va por otro lado. Al editor le chupa un huevo todo el mundo, no importa su condición. Hay tapas peores, que generaron quilombo también: Mahoma judío, discapacitadas que se hacen violar, etc, etc. Ese no es el tema. Nosotros tenemos que saber discernir y leerla en el baño y reírnos entre birras de la barça, nada más.
No merece ni siquiera la pérdida de tiempo en la discusión. Me gustaría comerme un asado con vos, no soy escritor. Soy impaciente. El sábado viene el Orejas a casa y prendemos el fuego, venite!
ESO FUE TODO

PD: Me voy a hacer mi propio blog facho y te pinto la cara. A ver cuál de los dos obtiene la 1º publicidad!!!!

Anónimo dijo...

Claro que no es lo mismo Machis. Gracias a dios hay personas con la capacidad de involucrarse, de emputecerse hasta la médula. Gracias a dios hay personas que piensan que desde algo muy pequeño se puede empezar a transformar al menos un poquito el mundo que nos tocó en desgracia.
Besos. Ana