viernes, 6 de junio de 2008

Cursilerías cetáceas




Hace unos días le hice una entrevista al tipo que más sabe de ballenas. Se llama Roger Payne y, entre otras cosas, descubrió cómo identificarlas y su canto (sí, las ballenas cantan y se pueden escuchar a 20.000 km de distancia; escuchar el sonido que emiten es increíble, aunque es cierto que uno no puede sustraerse del capítulo de Los Simuladores, pero, bue, es impresionante escucharlas).
Lo que sigue a continuación es un recuadro que, finalmente, no salió por cuestión de espacio. Es medio cursi, pero a veces está bien serlo. Qué se yo.
Cuando el cronista de esta nota –que es una ciudad cercana a la casa de las ballenas– se puso a pensar en cómo iba a hacer la nota, se le vino a la cabeza su mejor recuerdo con nuestras amigas del mar. Y escribió esto: “Era invierno y con un amigo fuimos a pescar a una playa inhóspita, El Pedregal, cerca del Golfo Nuevo. Estabamos solos, el mar, las gaviotas, los guanacos y todo el desierto patagónico detrás de nuestras espaldas. Con la mirada podía divisarse el contorno del golfo y los escalones de la meseta. No había pique. De repente, hacia nuestra izquierda, vimos que el agua se agitaba un poco. Nos quedamos perplejos y expectantes. Sabíamos que era una de ellas. Y no venía sola, un ballenato la acompañaba. Avanzaron lentos, con esa parsimonia que las hace únicas. Pasaron al frente nuestro, a no más de 5 metros. Nosotros seguíamos impávidos y callados. Solo se oían las olas rompiendo en la costa y el suave movimiento de esas grandes bestias asomándose en el agua. La naturaleza nos apabulló, éramos intrusos y, al mismo tiempo, testigos privilegiados de un espectáculo que recién hoy, escribiendo esta nota, aprendo a valorar. En ese momento me sentí extraño y bien chiquito frente a tanta inmensidad. Hace bien sentirse así, porque uno aprende que somos nosotros, los humanos, quienes deben redimirse a la naturaleza, y no al revés. Y hace bien, porque nos ubica en el lugar exactamente contrario a esa omnipotencia que nos hace creer que el mundo está a nuestra merced”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La verdad que es hermoso es fragmento!...
Nunca entendi porque dejaste de escribir. En fin.
Bienvenido!
Te leere con la periodicidad de antas...
rO!