sábado, 16 de agosto de 2008

Buen viaje

Tengo que exorcizar un viaje. El mío de hoy a las 16.15 en avión. Hace días que tengo pesadillas. Mi avión se parte al medio, o miro por la tele como uno se estrella contra el mar, y cosas así. Por suerte, nunca me acuerdo cómo terminan. Y todo esto tiene una razón de ser. Mejor dicho, dos.
Terminé de leer Milagro en los Andes el día que saqué el pasaje. De hecho casi, casi me voy con ese libro a comprar los boletos aéreos. El autor del libro es Nando Parrado, uno de los sobrevivientes de aquel avión que se estrelló en la cordillera a mediados del ’72. Seguro que vieron Viven. Bueno, esa historia. El libro vale unas 20 líneas en donde cuenta el momento en que deciden escalar la montaña del oeste. Suponían –mal– que inmediatamente después de esa mole rocosa y nevada estaría la salvación. Cuenta Parrado que si hubieran sabido todo lo que necesitaban para escalar esa montaña y en qué condiciones estaban ellos, jamás se hubieran animado a hacer semejante travesía. Y dice, palabras más, palabras menos: “La ignorancia nos salvó”. Me gusta eso: la ignorancia también salva.
Bueno, me fui por las ramas. Retomemos. Ese día, estaba en la sede comercial de Aerolíneas en Florida y no me acuerdo qué. El empleado que tenía que darme los boletos me pidió el papel de la reserva, marcó un interno y habló con la mujer que me había atendido hacía un rato.
–¿El código de reserva? A ver… sí… Alberto, Graciela, Whisky, Tomás, Romeo…
Y yo: “Que no lo diga, que no lo diga, que no lo diga…”. Por suerte, no lo dijo. Faltaba la palabra Zulú. En vez de decir las letras, dicen nombres de personas o cosas. Así que desde este humilde espacio solicito a los responsables de tan prestigiosa aerolínea comercial que les comunique a sus empleados la prohibición de mencionar esas tres palabras. Cualquier ciudadano que esté al tanto del cine nacional sabe que Whisky Romeo Zulú es el nombre de una película que cuenta la historia del avión que se incrustó en la costanera norte en agosto del ’99. En realidad, era el nombre del avión. Así lo llamaban en la jerga de los pilotos. En una de sus alas se podía leer WRZ.
Después de decir todo esto, ¿tendré un viaje agradable?

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