lunes, 12 de octubre de 2009

Palermo

¿Puede uno salir a la calle todos los días, caminar hacia el subte, pasar la tarjetita ultrasónica que me habilita el pase, viajar 25 minutos mientras leo algo, llegar al trabajo, trabajar todo el día, volver a casa, comer, mirar la tele, dormir, en fin, se puede ser tan correcto y mesurado, tan encajado a la normalidad y, un tarde lluviosa, levantarse abruptamente de la cama en medio de una breve depresión peruana y ponerse a gritar impresionantemente fuerte hasta sentir en las sienes un pronunciado mareo o el preludio de un desmayo y no sentirse ridículo y sentirse contento y emocionarse tanto?

Los goles que más fuerte grité en mi vida los hizo él. El primero fue el tercero a River después de la lesión…

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