
Ella lloraba desconsolada. Él trataba de calmarla con palabras que no llegábamos a escuchar. Los dos tenían remeras amarillas que combinaban con las bolitas de los árboles. El amarillo dominaba la escena: en el piso, ellos, los árboles.
Ella gritaba desesperada: “No me dejes, por favor”. Él, supongo por los movimientos de sus manos, le quería hacer entender que ya estaba, que no había más que hacer.
Conmovía ver a esa chica así. Desee no pasar nunca por esa situación. Ni ser ella, ni ser él. Por suerte el 152 llegó rápido. Subimos los 3. Atrás quedaron ellos entre el llanto, las explicaciones y las bolitas amarillas.
1 comentario:
como me gusta la forma en que redactas estas escenas de la vida cotidiana!! XD
Publicar un comentario