jueves, 20 de noviembre de 2008

Ay, los taxistas

Cada vez que este blog está por morir aparece un taxista. No sé qué sería sin ellos. A veces pienso que alguna divinidad me los manda, por eso no los peleo ni los puteo. Los escucho y les pregunto, mientras mis tripas se exprimen en úlceras que un milanta sabrá apaciguar luego. A veces no puedo creer que sean así: tan parecidos a un personaje de película argentina mala.
Sería tan largo contar todo. De hecho algunas cosas se me olvidaron. El tipo tiene 40 años y hace 20 que maneja un taxi. Cuando le digo adónde vamos, me dice: “Mi infancia la viví a la vuelta de tu casa, en la plaza Zapiola”. De movida me cuenta que una vez cinco terrorista tomaron una casa de Juramento entre Álvarez Thomas y Miller, que la bajaron con una bazooka, que vio a uno de los terroristas muerto en la esquina, que al otro día fue con sus amigos y metía los dedos en los agujeros de las balas en la pared de la casa, que los tiros todavía están, que él sabe que la democracia no se puede cuestionar pero que en ese momento se sentía más seguro, que no tendría miedo de la gente que se sube a su taxi, que no se robaría tanto, que los militares no robaban, que en los hospitales se atendería primero a los argentinos y no a los extranjeros, que odia a los políticos, que ama a los militares (y ojo el piojo, aclara, no tengo ningún familiar milico), que si quiero pensar que es un facho que lo piense, pero que él solo quiere llevarle la comida a sus dos hijos, que tiene miedo que lo maten, que no da mantener con sus impuestos a gente que no trabaja, que son vagos, que no quieren trabajar…
Toda esta perorata me costó 33 pesos. Sólo intervine una vez: “Los militares no robarían plata, pero se afanaban bebés”. Hizo como que no me escuchó.
En el baúl llevaba un tacho de 20 litros de pintura blanca. Antes de subirlo me preguntó mil veces si estaba bien cerrado. Yo le dije que sí, pero cuando llegamos, la alfombrita estaba manchada . Dulce venganza blanca. ¡Ah! Y era de Argentinos que justo en ese momento recibía un preciso gol de Estudiantes en el semi de la Sudamerica. Dulce venganza pincha.

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