Queridos chicos:
En la clase de la semana pasada tuvimos un intercambio que me generó una cierta incomodidad. Cuando ustedes me preguntaron a quién iba a votar y yo les contesté “al kirchnerismo”, muchos de ustedes dijeron: “qué desilusión, profe”.
Los profesores estamos más que acostumbrados a las relaciones de encanto/desencanto con nuestros alumnos, sabemos que de una semana a la otra pasan del amor al odio, del “no te soporto” a “un poco me interesa lo que decís”. Por eso, la frase no me preocupó desde el costado de la “desilusión” sino porque me parece que no pude aprovechar la situación para generar un verdadero debate político, un intercambio de ideas que nos permitiera, tanto a ustedes como a mí, ampliar nuestros horizontes.
Tengo cuarenta años, hice hasta segundo año de la escuela secundaria en el régimen dictatorial y después asistí en vivo y en directo a la esperanza social que se abrió con el fin de la dictadura. Pude ver como mi madre lloraba de emoción al volver a votar. Y, aunque en 1983 yo tenía sólo 14 años, concurrí a manifestaciones, actos políticos y recitales de artistas que habían estado prohibidos. En cada uno de esos lugares pude palpar la emoción, la alegría y la ilusión que existían por la vuelta de la democracia.
Desde aquellos años hasta el presente, esa ilusión sufrió muchos traspiés, sobre todo durante la década del noventa –los años del “menemismo” –, donde se desmanteló al Estado, se diseño un país privado, se resquebrajaron los sueños colectivos y se condenó a la pobreza a la mitad de la población.
La política me interesa. Me atrevería, incluso, a decir que me apasiona. En todos estos años participé en centros de estudiantes, en alguna agrupación fugaz, en proyectos musicales independientes, en revistas alternativas, en agrupaciones universitarias, en discusiones gremiales. Distintas formas de la vida política que me permitieron y me permiten expresar mis ideas, reclamar por mis derechos y luchar por un país mejor.
Ustedes son de otra generación, nacieron y se criaron en democracia. Llegaron al mundo cuando los proyectos colectivos ya no tenían buena prensa. Pertenecen a una generación que con total derecho se puede preguntar: “¿Por qué debo creer en la democracia si en mi país hay pobres, injusticia, desempleo, pocas oportunidades para los jóvenes? ¿Por qué debo creer en adultos que dicen una cosa y hacen otra?”. Pero también son de una generación nueva. Son jóvenes y quién sabe qué inventarán para cambiar el mundo. Tienen todo por hacer, tienen todo por conquistar.
Si les escribo esta carta es porque quisiera encontrar el modo de transmitirles porqué voto a este gobierno pero, sobre todo, porqué creo que la política es la herramienta más eficaz para construir una sociedad justa.
Sé que el otro día cuando dijeron estar “desilusionados” lo hicieron, en buena medida, porque imaginan que una profesora que en la clase dice cosas críticas, tendría que ser “opositora” y votar en contra del “oficialismo”. Hoy estoy convencida que es al revés: ser oficialista de este gobierno es ser crítica de las ideas oficiales que legitiman los privilegios de los verdaderos dueños del poder.
En nuestra materia insistimos con las exigencias de la argumentación, con buscar recursos para sostener una idea, una posición, una crítica. En esta carta quiero decirles lo que no pude en la clase: porqué voto a este gobierno y porqué lo voto en este contexto, es decir: con las limitaciones que la historia siempre coloca pero también con las potencias que de ella se desprenden.
Tengo mis argumentos políticos: estoy a favor de la política de derechos humanos; estoy a favor de la estatización de la jubilación; estoy a favor de la estatización de Aerolíneas Argentinas; estoy a favor del proyecto de Ley de Radiodifusión; estoy a favor del aumento inédito en el porcentaje del PBI que se destina a la educación; estoy a favor del modo en que el gobierno se posiciona frente a otros gobiernos de América Latina que considero muy valiosos; estoy a favor de su reclamo constante por la soberanía argentina en las Islas Malvinas y del modo en que se reconoció a los ex combatientes con una pensión digna; estoy a favor de las retenciones a quienes más ganan; estoy a favor de la incorporación de casi un millón ochocientas mil personas al sistema jubilatorio; estoy a favor de que se realicen paritarias entre trabajadores y empresarios para discutir los salarios; etc. etc.
También tengo críticas y dudas sobre un montón de otros temas. En los espacios donde puedo, planteo discusiones sobre las enormes limitaciones que también tiene el gobierno actual. De esas limitaciones, la que más me inquieta, es la dificultad que tenemos quienes lo apoyamos para conmover con este proyecto a los jóvenes de nuestra patria.
Nuestra materia se propone desplegar una mirada crítica sobre los medios masivos de comunicación, los analiza como grupos de poder que quieren disputar el sentido social y que raramente dicen con honestidad desde dónde hablan, qué intereses defienden, porqué muestran lo que muestran, quiénes son sus propietarios. A veces pienso que nuestra sociedad se parece a “1984” pero Gran Hermano no es Cristina Kirchner, la presidenta elegida democráticamente por la mayoría de los argentinos, sino la corporación mediática que anula el pasado, entorpece la conciencia histórica y no permite generar discusiones políticas honestas. Los medios no propician ni la argumentación ni el intercambio de ideas sino más bien la destrucción del otro, la injuria, la descalificación, la estupidez, el pesimismo: la “tinellización” del pensamiento.
No quiero convencerlos de que apoyen a este gobierno ni mucho menos pero sí desarrollar en ustedes la capacidad de la discusión política. La política –habrán visto en alguna materia que la palabra proviene de “polis” que quiere decir ciudad– es el modo en que los hombres, los varones y las mujeres, discuten cómo vivir en la ciudad, es decir: cómo organizarse para vivir juntos. O sea que la política no se ejerce sólo cuando uno va a votar sino en el día a día, en el compromiso con los otros, escuchando, estudiando, dando amor, ocupando el lugar que nos toca con responsabilidad, cambiando las injusticias cotidianas, imaginando nuevas y mejores formas para la vida en común. La política también se ejerce en un aula, cuando los alumnos y los profesores intercambian ideas, cuando personas de diferentes generaciones se pueden escuchar y aprender de las otras. Esta carta, entonces, pretende formar parte de la vida política que nos reúne.
Aprovecho para decirles que para mí es un lujo compartir el aula con ustedes. No siempre los profesores nos encontramos con grupos que nos ofrecen desafíos, nos contagian entusiasmo y nos hacen reír.
Los saluda
La profe