
Vuelvo a casa en un taxi pagado por la empresa donde trabajo. Vamos callados, él, el chofer, y yo, el pasajero. Igual, estoy decidido a hablar, a hacerle una pregunta. Más temprano, otro taxista, más joven, me dijo que por día un tachero hace unos 250 kilómetros de recorrido. Quiero chequear el dato. Pregunto y me confirma la cifra. La verdad es que no deja de sorprenderme ese número.
–¿Hace cuánto que es taxista?
–Tengo 57 y empecé a los 18, así que hacé la cuenta.
–¿Cuántos kilómetros habrá recorrido entonces, no?
–Y, hacé la cuenta –me repite con tono socarrón.
Así vamos, anécdota va, anécdota viene, todas de él, obvio (entre ellas me cuenta que un día llevó a De la Rúa cuando era presidente: “Yo no le quise cobrar, pero el me tiró 50 pesos en el asiento de adelante”), hasta que se me ocurre preguntarle qué fue lo que más cambio en las calles de Buenos Aires desde que él empezó hasta la actualidad. Mi prejuicio me adelanta posibles respuestas. La que se lleva todos los premios es el flamante, aunque ahora relegado por la inflación, tema de la inseguridad. Pero no. El tipo me sorprende, los taxistas siempre están un paso más adelante que todos nosotros, ignotos e ignorantes pasajeros.
–Mirá, lo que pudrió todo en este país fue la democracia. De ahí para adelante todo se pudrió… Antes se respetaba al taxista, ahora no se respeta a nadie, la democracia pudrió todo, pero todo, eh, todo.
(Desde este humilde espacio quiero hacerle llegar mi agradecimiento a este trabajador de los autos de alquiler por haberme dado la estocada justa y necesaria para retomar mis escritos en este blog. Cómo podía dejar de contar esto)
–¿Hace cuánto que es taxista?
–Tengo 57 y empecé a los 18, así que hacé la cuenta.
–¿Cuántos kilómetros habrá recorrido entonces, no?
–Y, hacé la cuenta –me repite con tono socarrón.
Así vamos, anécdota va, anécdota viene, todas de él, obvio (entre ellas me cuenta que un día llevó a De la Rúa cuando era presidente: “Yo no le quise cobrar, pero el me tiró 50 pesos en el asiento de adelante”), hasta que se me ocurre preguntarle qué fue lo que más cambio en las calles de Buenos Aires desde que él empezó hasta la actualidad. Mi prejuicio me adelanta posibles respuestas. La que se lleva todos los premios es el flamante, aunque ahora relegado por la inflación, tema de la inseguridad. Pero no. El tipo me sorprende, los taxistas siempre están un paso más adelante que todos nosotros, ignotos e ignorantes pasajeros.
–Mirá, lo que pudrió todo en este país fue la democracia. De ahí para adelante todo se pudrió… Antes se respetaba al taxista, ahora no se respeta a nadie, la democracia pudrió todo, pero todo, eh, todo.
(Desde este humilde espacio quiero hacerle llegar mi agradecimiento a este trabajador de los autos de alquiler por haberme dado la estocada justa y necesaria para retomar mis escritos en este blog. Cómo podía dejar de contar esto)