
miércoles, 24 de diciembre de 2008
sábado, 20 de diciembre de 2008
20 del 12

Hace 7 años, a esta hora, las 3 de la mañana, abría la puerta de casa y me encontraba con la tele encendida, el ventilador de techo a todo lo que da y todas las luces del departamento prendidas. Había salido a la calle a ver qué pasaba y terminé corriendo de los gases policíacos por Diagonal Norte. Y encima en ojotas.
Tampoco imaginaba que 12 horas después iba a estar en el Obelisco, detrás de una columna de la facultad, intentando avanzar hacia plaza de Mayo. Nada heroico por cierto. Días después me enteré que a una cuadra de allí habían matado a un pibe de un balazo.
Ya lo dije antes: hoy, lo del 19 me da vergüenza; lo del 20, no.
Tampoco imaginaba que 12 horas después iba a estar en el Obelisco, detrás de una columna de la facultad, intentando avanzar hacia plaza de Mayo. Nada heroico por cierto. Días después me enteré que a una cuadra de allí habían matado a un pibe de un balazo.
Ya lo dije antes: hoy, lo del 19 me da vergüenza; lo del 20, no.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
lunes, 8 de diciembre de 2008
Final amarillo

Ella lloraba desconsolada. Él trataba de calmarla con palabras que no llegábamos a escuchar. Los dos tenían remeras amarillas que combinaban con las bolitas de los árboles. El amarillo dominaba la escena: en el piso, ellos, los árboles.
Ella gritaba desesperada: “No me dejes, por favor”. Él, supongo por los movimientos de sus manos, le quería hacer entender que ya estaba, que no había más que hacer.
Conmovía ver a esa chica así. Desee no pasar nunca por esa situación. Ni ser ella, ni ser él. Por suerte el 152 llegó rápido. Subimos los 3. Atrás quedaron ellos entre el llanto, las explicaciones y las bolitas amarillas.
lunes, 24 de noviembre de 2008
Por qué la clase media nunca va a ser feliz
Ya lo contestó Lucio V. Mansilla, en 1870, en un increíble libro que se titula Una excursión a los indios ranqueles: "Digan lo que quieran, si la felicidad existe, si la podemos concretar y definir, ella está en los extremos. Yo comprendo las satisfacciones del rico y las del pobre; las satisfacciones del amor y del odio; las satisfacciones de la oscuridad y las de la gloria. Pero ¿quién comprende las satisfacciones de los términos medios; las satisfacciones de la indiferencia; las satisfacciones de ser cualquier cosa?"
jueves, 20 de noviembre de 2008
Ay, los taxistas
Cada vez que este blog está por morir aparece un taxista. No sé qué sería sin ellos. A veces pienso que alguna divinidad me los manda, por eso no los peleo ni los puteo. Los escucho y les pregunto, mientras mis tripas se exprimen en úlceras que un milanta sabrá apaciguar luego. A veces no puedo creer que sean así: tan parecidos a un personaje de película argentina mala.
Sería tan largo contar todo. De hecho algunas cosas se me olvidaron. El tipo tiene 40 años y hace 20 que maneja un taxi. Cuando le digo adónde vamos, me dice: “Mi infancia la viví a la vuelta de tu casa, en la plaza Zapiola”. De movida me cuenta que una vez cinco terrorista tomaron una casa de Juramento entre Álvarez Thomas y Miller, que la bajaron con una bazooka, que vio a uno de los terroristas muerto en la esquina, que al otro día fue con sus amigos y metía los dedos en los agujeros de las balas en la pared de la casa, que los tiros todavía están, que él sabe que la democracia no se puede cuestionar pero que en ese momento se sentía más seguro, que no tendría miedo de la gente que se sube a su taxi, que no se robaría tanto, que los militares no robaban, que en los hospitales se atendería primero a los argentinos y no a los extranjeros, que odia a los políticos, que ama a los militares (y ojo el piojo, aclara, no tengo ningún familiar milico), que si quiero pensar que es un facho que lo piense, pero que él solo quiere llevarle la comida a sus dos hijos, que tiene miedo que lo maten, que no da mantener con sus impuestos a gente que no trabaja, que son vagos, que no quieren trabajar…
Toda esta perorata me costó 33 pesos. Sólo intervine una vez: “Los militares no robarían plata, pero se afanaban bebés”. Hizo como que no me escuchó.
En el baúl llevaba un tacho de 20 litros de pintura blanca. Antes de subirlo me preguntó mil veces si estaba bien cerrado. Yo le dije que sí, pero cuando llegamos, la alfombrita estaba manchada . Dulce venganza blanca. ¡Ah! Y era de Argentinos que justo en ese momento recibía un preciso gol de Estudiantes en el semi de la Sudamerica. Dulce venganza pincha.
Sería tan largo contar todo. De hecho algunas cosas se me olvidaron. El tipo tiene 40 años y hace 20 que maneja un taxi. Cuando le digo adónde vamos, me dice: “Mi infancia la viví a la vuelta de tu casa, en la plaza Zapiola”. De movida me cuenta que una vez cinco terrorista tomaron una casa de Juramento entre Álvarez Thomas y Miller, que la bajaron con una bazooka, que vio a uno de los terroristas muerto en la esquina, que al otro día fue con sus amigos y metía los dedos en los agujeros de las balas en la pared de la casa, que los tiros todavía están, que él sabe que la democracia no se puede cuestionar pero que en ese momento se sentía más seguro, que no tendría miedo de la gente que se sube a su taxi, que no se robaría tanto, que los militares no robaban, que en los hospitales se atendería primero a los argentinos y no a los extranjeros, que odia a los políticos, que ama a los militares (y ojo el piojo, aclara, no tengo ningún familiar milico), que si quiero pensar que es un facho que lo piense, pero que él solo quiere llevarle la comida a sus dos hijos, que tiene miedo que lo maten, que no da mantener con sus impuestos a gente que no trabaja, que son vagos, que no quieren trabajar…
Toda esta perorata me costó 33 pesos. Sólo intervine una vez: “Los militares no robarían plata, pero se afanaban bebés”. Hizo como que no me escuchó.
En el baúl llevaba un tacho de 20 litros de pintura blanca. Antes de subirlo me preguntó mil veces si estaba bien cerrado. Yo le dije que sí, pero cuando llegamos, la alfombrita estaba manchada . Dulce venganza blanca. ¡Ah! Y era de Argentinos que justo en ese momento recibía un preciso gol de Estudiantes en el semi de la Sudamerica. Dulce venganza pincha.
viernes, 10 de octubre de 2008
El kirchnerismo según pa'
Yo digo:
Está bueno el poema de Cortázar, bien gorila, como era en ese tiempo que lo escribió
Yo digo:
Después se dio cuenta que aunque reneguemos de ellos, somos eso: peronistas.
Yo digo:
Ja
Papá dice:
Los peronistas murieron con Perón... (hace más de treinta años). Y el poema de Cortázar recuerda que los que se dicen hoy peronistas quedaron anclados en la década del '50, hace casi 60 años. Felizmente la historia, lentamente pero sin pausa, corrige a algunos cabeza-duras, a pesar de las insistencias...
Yo digo:
El peronismo es más que Perón (y al decir eso no me siento vandorista, eh). Lo digo porque se convirtió en un modo de mirar, sentir, concebir a este país...
Yo digo:
No se puede pensar al país sin el peronismo, hay que hacerse cargo de eso.
Papá dice:
A esta hora no sé qué es "peronismo", pero aceptemos que es Kirchner. Entonces sí no se puede pensar al país sin el peronismo. Es inevitable... Nos están todo el día machacando quiénes son con sus desbordes evitistas. Pero los vientos están cambiando... aceleradamente... Y me voy porque me echan de la sala. Quieren limpiar… Un beso
Está bueno el poema de Cortázar, bien gorila, como era en ese tiempo que lo escribió
Yo digo:
Después se dio cuenta que aunque reneguemos de ellos, somos eso: peronistas.
Yo digo:
Ja
Papá dice:
Los peronistas murieron con Perón... (hace más de treinta años). Y el poema de Cortázar recuerda que los que se dicen hoy peronistas quedaron anclados en la década del '50, hace casi 60 años. Felizmente la historia, lentamente pero sin pausa, corrige a algunos cabeza-duras, a pesar de las insistencias...
Yo digo:
El peronismo es más que Perón (y al decir eso no me siento vandorista, eh). Lo digo porque se convirtió en un modo de mirar, sentir, concebir a este país...
Yo digo:
No se puede pensar al país sin el peronismo, hay que hacerse cargo de eso.
Papá dice:
A esta hora no sé qué es "peronismo", pero aceptemos que es Kirchner. Entonces sí no se puede pensar al país sin el peronismo. Es inevitable... Nos están todo el día machacando quiénes son con sus desbordes evitistas. Pero los vientos están cambiando... aceleradamente... Y me voy porque me echan de la sala. Quieren limpiar… Un beso
jueves, 9 de octubre de 2008
miércoles, 8 de octubre de 2008
Crack
martes, 7 de octubre de 2008
El pueblo se expresa
Los lectores de lanacion.com no pierden ninguna oportunidad, cualquier bondi los deja bien. En una noticia sobre extinción de animales uno puede leer comentarios como este:
Silviacalvete
Ojala que entre esos pobres inocentes, pudieramos incluir, pero solo con la seguridad de desaparicion segura, a nuestros 2 ejemplares patagonicos, seria la gran solucion a todos nuestros males.
(se dice que silviacalvete tiene muchos problemas con el tilde, sólo se dice, eh, no vayan a pensar mal, que es una burra y esas cosas).
Silviacalvete
Ojala que entre esos pobres inocentes, pudieramos incluir, pero solo con la seguridad de desaparicion segura, a nuestros 2 ejemplares patagonicos, seria la gran solucion a todos nuestros males.
(se dice que silviacalvete tiene muchos problemas con el tilde, sólo se dice, eh, no vayan a pensar mal, que es una burra y esas cosas).
viernes, 3 de octubre de 2008
Alfonsín

Un compañero de trabajo dice que el gobierno de Alfonsín fueron los peores años de su vida.
Yo tengo un recuerdo de aquella inflación: en casa dejamos de comprar coca para empezar a tomar jugo tang.
Mi mamá tiene en su habitación muchas fotos de sus hijos y una foto bien grande con Alfonsín.
La Casa Rosada tiene su busto. (“¿Viste que no se parece en nada?” / “¿Por qué lo expusieron así, tan demacrado?”)
Mi hermano estuvo en el escrache que le hicieron en el 2002.
Yo tengo fotos de niño en las que se me puede ver haciendo el gesto de Alfonsín.
martes, 30 de septiembre de 2008
Volver
Hace unos meses un amigo volvió a su lugar de origen después de vivir muchos años en Buenos Aires. Escribió una carta que me gustó. A continuación unos fragmentos:
"Llegó la hora, llegó el transfer vía fax, y tengo un cagazo padre.
Pensé que este momento no llegaría mas... dejo 15 años intensísimos, de búsquedas, de aprendizaje, de crecimiento y de energía.
Atrás queda malabia, el soho, el futbol, el 22, lo de Norman, Valdes, el downtown, el Europeo, el fucking building, Mancini, y los porteros de cada uno de los edificios donde alguna vez moró algún integrante de la vagancia. Los conozco todos, de nombre de pila y con confianza... he testeado todas las instalaciones sanitarias.
Algunos sé que los pierdo casi para siempre, más que nada los ancianos que perdieron el tren tecnológico, otros seguro se vienen en cuanto puedan. La selva de cemento es enorme y hermosa, pero te deja solo de soledad absoluta.
Quienes nos criamos tirando piedras, en bici y arriba de un árbol, no podemos comprender el cumpleaños de un niño entre cuatro paredes custodiadas por el payaso asesino, con estrictos horarios de entrada y salida y con algún que otro guachín ganándose el mango inventándoles juegos estúpidos... Eso, no.
Elijo el horizonte, pero la movida me arrebató. Quedo en orsai con la galensa, la jugada me agarra volviendo... Quedan mil cosas en el tintero... el tintero para un rompebolas como yo, es infinito, un aljibe de tinta... Es que no sé lo que quiero, pero sé lo que no quiero.
Me queda la conciencia tranquila de que no me guardé nada, golpeé las puertas desde el Congreso hasta el Faena Hotel… Psicólogos, médicos, funcionarios, entrenadores, profesores, profesionales, y cuanto superior me rodeó, supo de mis sueños. Muy pocos quedan en la galería de los grandes. Eso da más fuerza y ambición, y sobre todo amor por los guachines. Quien ayuda a un junior, demuestra fuerza, fe, confianza y seguridad en sí mismo, o sea huevos. Lo que falta en muchos lugares, en muchos aspectos.
No descarto nada, porque María me enseñó a poder fallar. O la rompo, o vuelvo, o tal vez fallo. Besos.
(estoy que lloro, qué puto!)"
"Llegó la hora, llegó el transfer vía fax, y tengo un cagazo padre.
Pensé que este momento no llegaría mas... dejo 15 años intensísimos, de búsquedas, de aprendizaje, de crecimiento y de energía.
Atrás queda malabia, el soho, el futbol, el 22, lo de Norman, Valdes, el downtown, el Europeo, el fucking building, Mancini, y los porteros de cada uno de los edificios donde alguna vez moró algún integrante de la vagancia. Los conozco todos, de nombre de pila y con confianza... he testeado todas las instalaciones sanitarias.
Algunos sé que los pierdo casi para siempre, más que nada los ancianos que perdieron el tren tecnológico, otros seguro se vienen en cuanto puedan. La selva de cemento es enorme y hermosa, pero te deja solo de soledad absoluta.
Quienes nos criamos tirando piedras, en bici y arriba de un árbol, no podemos comprender el cumpleaños de un niño entre cuatro paredes custodiadas por el payaso asesino, con estrictos horarios de entrada y salida y con algún que otro guachín ganándose el mango inventándoles juegos estúpidos... Eso, no.
Elijo el horizonte, pero la movida me arrebató. Quedo en orsai con la galensa, la jugada me agarra volviendo... Quedan mil cosas en el tintero... el tintero para un rompebolas como yo, es infinito, un aljibe de tinta... Es que no sé lo que quiero, pero sé lo que no quiero.
Me queda la conciencia tranquila de que no me guardé nada, golpeé las puertas desde el Congreso hasta el Faena Hotel… Psicólogos, médicos, funcionarios, entrenadores, profesores, profesionales, y cuanto superior me rodeó, supo de mis sueños. Muy pocos quedan en la galería de los grandes. Eso da más fuerza y ambición, y sobre todo amor por los guachines. Quien ayuda a un junior, demuestra fuerza, fe, confianza y seguridad en sí mismo, o sea huevos. Lo que falta en muchos lugares, en muchos aspectos.
No descarto nada, porque María me enseñó a poder fallar. O la rompo, o vuelvo, o tal vez fallo. Besos.
(estoy que lloro, qué puto!)"
domingo, 28 de septiembre de 2008
Huesos

Las pibas subieron en Lacroze –o Chacarita– a los gritos, a las risas, demasiado desaforadas para la hora que era, las 9:43 de la mañana. Querían que todo el vagón se entere de dónde venían. Y lo lograron.
Las dos se pararon frente a mí –yo sentado–, una de ellas tenía la mochila hacia delante. Reían y hacían chistes. Hablaban de alguien que ahora ellas poseían. “Es todo nuestro”. “Bueno, todo no. La cabeza nomás”. Más risas. Lo tenían ahí, en la mochila, una de las chicas le pasaba la mano a modo de caricia, no paraban de reírse. “Bueno, ahora hay que estudiar, eh, huesito por huesito, dientito por dientito”.
Las dos se pararon frente a mí –yo sentado–, una de ellas tenía la mochila hacia delante. Reían y hacían chistes. Hablaban de alguien que ahora ellas poseían. “Es todo nuestro”. “Bueno, todo no. La cabeza nomás”. Más risas. Lo tenían ahí, en la mochila, una de las chicas le pasaba la mano a modo de caricia, no paraban de reírse. “Bueno, ahora hay que estudiar, eh, huesito por huesito, dientito por dientito”.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Islas

"No es imposible que toda ausencia sea, definitivamente, espacial... En una parte o en otra estarán, sin duda, la imagen, el contacto, la voz, de los que ya no viven (nada se pierde...)"
"Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma)".
"No estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto"
La invención de Morel de Adolfo Bioy Casares.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
La voluntad
“El cuerpo: el cuerpo es el modelo equívoco de la voluntad. Mirás la mano, decidís cerrar el puño y cierra. Con el brazo enyesado, mirás las únicas falanges visibles, querés cerrar la mano y la mano sigue paralizada ahí, pero dando, con su impotencia, la buena noticia de que alguna vez volverá a poder cerrarse a voluntad. Y si no tenés brazo, igual podrás comandar tu mano imaginaria: mandás la orden pero nada se cierra mientras se empieza a abrir la certidumbre de que si tuvieras tu brazo, tendrías allí una mano abriéndose.
Esa es la costumbre de la voluntad. Pero el mundo no es un brazo perdido. Ni siquiera es un brazo ajeno. El mundo es lo que sucede fuera del alcance, ya no del brazo, sino de toda voluntad.”
Rodolfo Fogwill en En otro orden de cosas
Esa es la costumbre de la voluntad. Pero el mundo no es un brazo perdido. Ni siquiera es un brazo ajeno. El mundo es lo que sucede fuera del alcance, ya no del brazo, sino de toda voluntad.”
Rodolfo Fogwill en En otro orden de cosas
domingo, 7 de septiembre de 2008
jueves, 4 de septiembre de 2008
El peronismo según pa’

Mi hermana estudia Trabajo Social en la UBA y en una de las materias le pidieron que personas de más de 50 años escriban sobre el peronismo. A continuación, el recuerdo de mi padre:
“Lo primero que recuerdo al pensar en las políticas sociales durante el primer gobierno peronista es una frase de mi mamá durante una charla con una vecina. Yo era chico pero me quedó grabado aquello de que ‘entonces llegó Perón y gracias que nos avivó un poco’.
Después me pregunté quienes eran las personas ‘avivadas’ por Perón y llegué a la conclusión de que éramos nosotros, integrantes de ese barrio de una ciudad pequeña, conformado por familias de trabajadores con actividades modestas pero que eran suficientes para seguir viviendo con cierta tranquilidad y garantizar a los pibes la concurrencia a la escuela primaria y su continuidad hasta donde se pudiera.
Otro interrogante que me planteé fue en qué había consistido la ‘avivada’ recibida de Perón. La charla de las vecinas entonces era sobre el trabajo cotidiano y es lógico pensar que, entonces, la ‘avivada’ venía por el lado de las leyes laborales destinadas a proteger a los trabajadores y a poner un límite legal a los posibles abusos de los patrones, que ahora no podían hacer lo que quisieran.
La figura de Perón aparecía así directamente ligada a los beneficios de un salario digno, el goce de las vacaciones, el cobro del aguinaldo, el cumplimiento de horarios de trabajo, las jubilaciones y ayudas sociales y otras ventajas que hacían más llevadera la vida cotidiana, aportando más tranquilidad al seno familiar.
Otro recuerdo que tengo es haber visitado de muy chico lo que se conocía como Escuela Hogar, un establecimiento muy moderno y de dimensiones grandísimas a los ojos infantiles. La escuela estaba destinada a atender a chicos de lugares muy distantes que no tenían acceso a la educación y eran llevados allí donde comían, dormían y estudiaban con la asistencia estatal. Ese tipo de escuelas, con fines tan respetados y loables, que se identificaban por características constructivas muy particulares, estaban
ligadas al gobierno de aquella época. Lo mismo ocurría con hospitales y otras dependencias para brindar atención a la gente. ‘Los hizo Perón’, se repetía incansablemente como poniéndole un sello definitivo y distintivo, que aun hoy se puede escuchar de alguna edificación que se conserva de aquella época y a la que se elogia por su solidez y continuidad.
Me acuerdo también del barrio donde pasé mi infancia, constituido por casitas del mismo tipo que ofrecían una imagen novedosa, de orden y armonía, atribuyendo cierta dosis de distinción a sus moradores y otra dosis similar de esperanza a los que aguardaban ser adjudicatarios Perón ya no estaba, pero el proyecto del barrio venía de los años de su gobierno y -como tantos otros- ya no podía volverse atrás.
Estas acciones quedarían definitivamente incorporadas -a pesar de todas las contingencias- a las demandas de la gente. Y allí reside la importancia de ese período de la historia argentina en la que se dio respuesta a viejas deudas sociales.
Ya nadie, aunque lo disimule o no lo admita públicamente, pudo dejar de aceptar que la gente había sido "avivada" y que sus reclamos por mejores condiciones de vida tenían que ser tenidos en cuenta. Después vendrían otras demandas, otras exigencias. Eso sí, sin descuidar ni permitir que aquellos beneficios logrados sean arrebatados.”
(MM. 56 años. Nació en La Pampa. Vive en la Patagonia)
“Lo primero que recuerdo al pensar en las políticas sociales durante el primer gobierno peronista es una frase de mi mamá durante una charla con una vecina. Yo era chico pero me quedó grabado aquello de que ‘entonces llegó Perón y gracias que nos avivó un poco’.
Después me pregunté quienes eran las personas ‘avivadas’ por Perón y llegué a la conclusión de que éramos nosotros, integrantes de ese barrio de una ciudad pequeña, conformado por familias de trabajadores con actividades modestas pero que eran suficientes para seguir viviendo con cierta tranquilidad y garantizar a los pibes la concurrencia a la escuela primaria y su continuidad hasta donde se pudiera.
Otro interrogante que me planteé fue en qué había consistido la ‘avivada’ recibida de Perón. La charla de las vecinas entonces era sobre el trabajo cotidiano y es lógico pensar que, entonces, la ‘avivada’ venía por el lado de las leyes laborales destinadas a proteger a los trabajadores y a poner un límite legal a los posibles abusos de los patrones, que ahora no podían hacer lo que quisieran.
La figura de Perón aparecía así directamente ligada a los beneficios de un salario digno, el goce de las vacaciones, el cobro del aguinaldo, el cumplimiento de horarios de trabajo, las jubilaciones y ayudas sociales y otras ventajas que hacían más llevadera la vida cotidiana, aportando más tranquilidad al seno familiar.
Otro recuerdo que tengo es haber visitado de muy chico lo que se conocía como Escuela Hogar, un establecimiento muy moderno y de dimensiones grandísimas a los ojos infantiles. La escuela estaba destinada a atender a chicos de lugares muy distantes que no tenían acceso a la educación y eran llevados allí donde comían, dormían y estudiaban con la asistencia estatal. Ese tipo de escuelas, con fines tan respetados y loables, que se identificaban por características constructivas muy particulares, estaban
ligadas al gobierno de aquella época. Lo mismo ocurría con hospitales y otras dependencias para brindar atención a la gente. ‘Los hizo Perón’, se repetía incansablemente como poniéndole un sello definitivo y distintivo, que aun hoy se puede escuchar de alguna edificación que se conserva de aquella época y a la que se elogia por su solidez y continuidad.
Me acuerdo también del barrio donde pasé mi infancia, constituido por casitas del mismo tipo que ofrecían una imagen novedosa, de orden y armonía, atribuyendo cierta dosis de distinción a sus moradores y otra dosis similar de esperanza a los que aguardaban ser adjudicatarios Perón ya no estaba, pero el proyecto del barrio venía de los años de su gobierno y -como tantos otros- ya no podía volverse atrás.
Estas acciones quedarían definitivamente incorporadas -a pesar de todas las contingencias- a las demandas de la gente. Y allí reside la importancia de ese período de la historia argentina en la que se dio respuesta a viejas deudas sociales.
Ya nadie, aunque lo disimule o no lo admita públicamente, pudo dejar de aceptar que la gente había sido "avivada" y que sus reclamos por mejores condiciones de vida tenían que ser tenidos en cuenta. Después vendrían otras demandas, otras exigencias. Eso sí, sin descuidar ni permitir que aquellos beneficios logrados sean arrebatados.”
(MM. 56 años. Nació en La Pampa. Vive en la Patagonia)
miércoles, 3 de septiembre de 2008
El campo es la patria
El domingo fui de paseo a Tomás Jofre, un pueblito cerca de Mercedes. Y sí, mucha familia sojera. Muchas boina combinada con chomba lacoste. Mucho pañuelito en el cuello de las señoras. Mucho de esto también.
Me contaron que en el baño de las mujeres del restorán donde fui a comer pasó lo siguiente. Una nena estaba retobada con su progenitora, y ésta no sabía muy bien cómo ponerla en sus carriles. En el medio de esa disputa, mi testigo escuchó esta frase de boca de la madre:
–Yo no soy tu sirvienta para que me tratés así.
Me contaron que en el baño de las mujeres del restorán donde fui a comer pasó lo siguiente. Una nena estaba retobada con su progenitora, y ésta no sabía muy bien cómo ponerla en sus carriles. En el medio de esa disputa, mi testigo escuchó esta frase de boca de la madre:
–Yo no soy tu sirvienta para que me tratés así.
sábado, 30 de agosto de 2008
Hay taxistas y taxistas
Hay situaciones pequeñas y cotidianas que dan esperanza. Eso sentí después de un viaje en taxi. Éramos 4: el conductor, el fotógrafo, la chica que le hace la prensa a Nik y yo. El destino era Ilussion Studios, en Martínez, la meca de los dibujos de animación de nuestro país. Ahí por estos días, están haciendo la película de Gaturro.
La cosa empezó así. El fotógrafo, de la nada y sin previo aviso, se manda con esto:
–Yo no le doy mucha bola a las cadenas de mails, pero me llegó una que no sé, no la borré… Decía que hay taxistas que te piden que le atiendas el celular y, cuando lo agarrás, el aparato te pega una descarga eléctrica que te deja fulminado. Y ahí te afanan todo.
Bueno, a partir de ese comentario, las demás apreciaciones sobre la cuestión se dirigieron hacia la potencialidad criminal en cada una de las profesiones. Mi intervención fue simple:
–Bueno, gente, también hay fotógrafos que son ladrones… y periodistas, obvio.
En eso íbamos, cuando pasamos por detrás de la Casa Rosada. Para qué.
–Acá sí están todos los ladrones, si hasta la tienen que enrejar, qué vergüenza, por dios –se indigna el fotógrafo.
Inevitablemente, la conversación se estancó en ese tema. No escuché ni dije cosas muy diferentes a las que se pueden imaginar. Solo una. De boca del taxista:
–No puede ser que haya gente que tenga millones y otros que se mueran de hambre. Eso no lo entiendo, ni lo voy a entender nunca. Los que tienen millones tienen que darle a los que no tienen nada. No hay otra manera que las cosas mejoren si no es así.
Sí, un taxista que creen en la redistribución de la riqueza.
Hay frases que dan esperanzas.
Antes de bajar, el fotógrafo y la de prensa ya lo habían hecho, el taxista me dice:
–Vos y yo estamos del mismo lado.
Le dí la mano, lo mire a los ojos y bajé.
La cosa empezó así. El fotógrafo, de la nada y sin previo aviso, se manda con esto:
–Yo no le doy mucha bola a las cadenas de mails, pero me llegó una que no sé, no la borré… Decía que hay taxistas que te piden que le atiendas el celular y, cuando lo agarrás, el aparato te pega una descarga eléctrica que te deja fulminado. Y ahí te afanan todo.
Bueno, a partir de ese comentario, las demás apreciaciones sobre la cuestión se dirigieron hacia la potencialidad criminal en cada una de las profesiones. Mi intervención fue simple:
–Bueno, gente, también hay fotógrafos que son ladrones… y periodistas, obvio.
En eso íbamos, cuando pasamos por detrás de la Casa Rosada. Para qué.
–Acá sí están todos los ladrones, si hasta la tienen que enrejar, qué vergüenza, por dios –se indigna el fotógrafo.
Inevitablemente, la conversación se estancó en ese tema. No escuché ni dije cosas muy diferentes a las que se pueden imaginar. Solo una. De boca del taxista:
–No puede ser que haya gente que tenga millones y otros que se mueran de hambre. Eso no lo entiendo, ni lo voy a entender nunca. Los que tienen millones tienen que darle a los que no tienen nada. No hay otra manera que las cosas mejoren si no es así.
Sí, un taxista que creen en la redistribución de la riqueza.
Hay frases que dan esperanzas.
Antes de bajar, el fotógrafo y la de prensa ya lo habían hecho, el taxista me dice:
–Vos y yo estamos del mismo lado.
Le dí la mano, lo mire a los ojos y bajé.
sábado, 16 de agosto de 2008
Buen viaje
Tengo que exorcizar un viaje. El mío de hoy a las 16.15 en avión. Hace días que tengo pesadillas. Mi avión se parte al medio, o miro por la tele como uno se estrella contra el mar, y cosas así. Por suerte, nunca me acuerdo cómo terminan. Y todo esto tiene una razón de ser. Mejor dicho, dos.
Terminé de leer Milagro en los Andes el día que saqué el pasaje. De hecho casi, casi me voy con ese libro a comprar los boletos aéreos. El autor del libro es Nando Parrado, uno de los sobrevivientes de aquel avión que se estrelló en la cordillera a mediados del ’72. Seguro que vieron Viven. Bueno, esa historia. El libro vale unas 20 líneas en donde cuenta el momento en que deciden escalar la montaña del oeste. Suponían –mal– que inmediatamente después de esa mole rocosa y nevada estaría la salvación. Cuenta Parrado que si hubieran sabido todo lo que necesitaban para escalar esa montaña y en qué condiciones estaban ellos, jamás se hubieran animado a hacer semejante travesía. Y dice, palabras más, palabras menos: “La ignorancia nos salvó”. Me gusta eso: la ignorancia también salva.
Bueno, me fui por las ramas. Retomemos. Ese día, estaba en la sede comercial de Aerolíneas en Florida y no me acuerdo qué. El empleado que tenía que darme los boletos me pidió el papel de la reserva, marcó un interno y habló con la mujer que me había atendido hacía un rato.
–¿El código de reserva? A ver… sí… Alberto, Graciela, Whisky, Tomás, Romeo…
Y yo: “Que no lo diga, que no lo diga, que no lo diga…”. Por suerte, no lo dijo. Faltaba la palabra Zulú. En vez de decir las letras, dicen nombres de personas o cosas. Así que desde este humilde espacio solicito a los responsables de tan prestigiosa aerolínea comercial que les comunique a sus empleados la prohibición de mencionar esas tres palabras. Cualquier ciudadano que esté al tanto del cine nacional sabe que Whisky Romeo Zulú es el nombre de una película que cuenta la historia del avión que se incrustó en la costanera norte en agosto del ’99. En realidad, era el nombre del avión. Así lo llamaban en la jerga de los pilotos. En una de sus alas se podía leer WRZ.
Después de decir todo esto, ¿tendré un viaje agradable?
Terminé de leer Milagro en los Andes el día que saqué el pasaje. De hecho casi, casi me voy con ese libro a comprar los boletos aéreos. El autor del libro es Nando Parrado, uno de los sobrevivientes de aquel avión que se estrelló en la cordillera a mediados del ’72. Seguro que vieron Viven. Bueno, esa historia. El libro vale unas 20 líneas en donde cuenta el momento en que deciden escalar la montaña del oeste. Suponían –mal– que inmediatamente después de esa mole rocosa y nevada estaría la salvación. Cuenta Parrado que si hubieran sabido todo lo que necesitaban para escalar esa montaña y en qué condiciones estaban ellos, jamás se hubieran animado a hacer semejante travesía. Y dice, palabras más, palabras menos: “La ignorancia nos salvó”. Me gusta eso: la ignorancia también salva.
Bueno, me fui por las ramas. Retomemos. Ese día, estaba en la sede comercial de Aerolíneas en Florida y no me acuerdo qué. El empleado que tenía que darme los boletos me pidió el papel de la reserva, marcó un interno y habló con la mujer que me había atendido hacía un rato.
–¿El código de reserva? A ver… sí… Alberto, Graciela, Whisky, Tomás, Romeo…
Y yo: “Que no lo diga, que no lo diga, que no lo diga…”. Por suerte, no lo dijo. Faltaba la palabra Zulú. En vez de decir las letras, dicen nombres de personas o cosas. Así que desde este humilde espacio solicito a los responsables de tan prestigiosa aerolínea comercial que les comunique a sus empleados la prohibición de mencionar esas tres palabras. Cualquier ciudadano que esté al tanto del cine nacional sabe que Whisky Romeo Zulú es el nombre de una película que cuenta la historia del avión que se incrustó en la costanera norte en agosto del ’99. En realidad, era el nombre del avión. Así lo llamaban en la jerga de los pilotos. En una de sus alas se podía leer WRZ.
Después de decir todo esto, ¿tendré un viaje agradable?
sábado, 9 de agosto de 2008
Eva

Hace un par de semanas entró una compañera nueva a la oficina. Diseñadora, 24 años. Tiene un tatuaje que dice “Eva” en la parte interna de su muñeca derecha.
–Bueno, ahora te tatuás “Perón”, chiquito, abajo y queda buenísimo –la chicaneó.
–No, Eva es mi mamá.
–¿En qué año nació?
–En el ’51.
–Ah, entonces, son peronistas en tu casa.
–Nooo, en casa nada que ver con la política.
–Por eso, son peronista –vuelvo a chicanear.
–No, en serio, nada que ver.
–Pero no puede ser, si nació en ese año y se llama Eva es porque alguna simpatía con el peronismo tenían tus abuelos.
–No, en serio, no. Además, mis abuelos no eran de acá.
–¿En qué año llegaron?
–’45, ’46…
–Entonces, sí, seguro que simpatizaban con el peronismo. Preguntale a tu vieja, vas a ver que sí.
Al día siguiente, me confirma mis sospechas. “Sí, dice mi mamá que sí, que le pusieron Eva por Evita”. Y, mientras me dice eso, me acerca un libro de un tal Titto sobre folletos políticos. El libro parece bueno, pero lo más interesante es la dedicatoria que le hace la madre a mi compañera. La página 3 del libro, esa que por lo general está casi en blanco, tiene un largo escrito de la madre y un folleto pegado con cinta adhesiva.
–¿Y esto? –pregunto.
–Era de mi abuelo, estaba guardado adentro de La razón de mi vida.
–Esto es una reliquia.
–¿En serio?
–Entonces tu abuelo también era peronista. Este es un folleto convocando a Ezeiza cuando Perón vuelve del exilio. Es del ’72.
–Pero no, en serio, no son peronistas.
–Está bien, como vos digas.
“Eppurse muove”, pienso y sigo con lo mío.
–Bueno, ahora te tatuás “Perón”, chiquito, abajo y queda buenísimo –la chicaneó.
–No, Eva es mi mamá.
–¿En qué año nació?
–En el ’51.
–Ah, entonces, son peronistas en tu casa.
–Nooo, en casa nada que ver con la política.
–Por eso, son peronista –vuelvo a chicanear.
–No, en serio, nada que ver.
–Pero no puede ser, si nació en ese año y se llama Eva es porque alguna simpatía con el peronismo tenían tus abuelos.
–No, en serio, no. Además, mis abuelos no eran de acá.
–¿En qué año llegaron?
–’45, ’46…
–Entonces, sí, seguro que simpatizaban con el peronismo. Preguntale a tu vieja, vas a ver que sí.
Al día siguiente, me confirma mis sospechas. “Sí, dice mi mamá que sí, que le pusieron Eva por Evita”. Y, mientras me dice eso, me acerca un libro de un tal Titto sobre folletos políticos. El libro parece bueno, pero lo más interesante es la dedicatoria que le hace la madre a mi compañera. La página 3 del libro, esa que por lo general está casi en blanco, tiene un largo escrito de la madre y un folleto pegado con cinta adhesiva.
–¿Y esto? –pregunto.
–Era de mi abuelo, estaba guardado adentro de La razón de mi vida.
–Esto es una reliquia.
–¿En serio?
–Entonces tu abuelo también era peronista. Este es un folleto convocando a Ezeiza cuando Perón vuelve del exilio. Es del ’72.
–Pero no, en serio, no son peronistas.
–Está bien, como vos digas.
“Eppurse muove”, pienso y sigo con lo mío.
viernes, 1 de agosto de 2008
La yegua y el montañista

Esto tendría que haberse posteado unos días atrás. Ahora todo parece más calmo, pero conversaciones como esta todavía se sigue escuchando.
miércoles, 30 de julio de 2008
Tintina
No salió como lo había imaginado: con la cara al sol, sonriente y el mono colgándole del hombro. Salió como entró, adentro de un celular, a las corridas y a las patadas. Pero salió, después de 9 años, 7 meses y 12 días. El pueblo había quedado lejos, allá en Santiago. Ni una visita en todo ese tiempo y una sola noticia: el padre había muerto.
Un fokker lo llevó a Buenos Aires, los papeles y la libertad. Una libertad con miedo, para qué negarlo. De Buenos Aires a Córdoba a visitar a su hermano médico. Quería saber cómo hacer con mamá. “Está vieja, hace 10 años que no me ve, cómo va a reaccionar”. El hermano médico dio la receta: “En la puerta de la heladera, adonde se ponen los huevos, deje una pastillita rosada, suelta, pero está ahí”.
Allá fue. Los actos políticos recién volvían a empezar, y llegó con uno en medio de la plaza. Y todos lo vieron, y vieron a un fantasma, a un desaparecido. Cómo era posible que esté ahí, caminando entre nosotros después de todo lo que había pasado. Todos los abrazaron, lo llevaron en andas hasta la casa. La hermana apenas lo saludó y, entre lágrimas, corrió a preparar a su madre. La sentó en el patio y simplemente le explicó: “Vino Carlos”.
Dicho y hecho: Carlos entró con la multitud, la madre lo vio y se desvaneció. El recién llegado levantó la voz y dijo casi gritando: “Negra, en la puerta de la heladera, adonde se ponen los huevos, hay una pastillita rosada, está suelta ahí”. Todos quedaron expectantes y en silencio, mientras Carlos sostenía a su madre. La hermana volvió con la pastilla rosa entre sus dedos. Todos miraron a Carlos. Algunos con la boca abierta, otros con los ojos bien grandes. Uno se acercó y lo pellizco; otro, al día siguiente, le pidió un milagro. Carlos sonrió ante cada una de esas situaciones y dejó que el tiempo acomodara todo. Él simplemente era un aparecido.
Un fokker lo llevó a Buenos Aires, los papeles y la libertad. Una libertad con miedo, para qué negarlo. De Buenos Aires a Córdoba a visitar a su hermano médico. Quería saber cómo hacer con mamá. “Está vieja, hace 10 años que no me ve, cómo va a reaccionar”. El hermano médico dio la receta: “En la puerta de la heladera, adonde se ponen los huevos, deje una pastillita rosada, suelta, pero está ahí”.
Allá fue. Los actos políticos recién volvían a empezar, y llegó con uno en medio de la plaza. Y todos lo vieron, y vieron a un fantasma, a un desaparecido. Cómo era posible que esté ahí, caminando entre nosotros después de todo lo que había pasado. Todos los abrazaron, lo llevaron en andas hasta la casa. La hermana apenas lo saludó y, entre lágrimas, corrió a preparar a su madre. La sentó en el patio y simplemente le explicó: “Vino Carlos”.
Dicho y hecho: Carlos entró con la multitud, la madre lo vio y se desvaneció. El recién llegado levantó la voz y dijo casi gritando: “Negra, en la puerta de la heladera, adonde se ponen los huevos, hay una pastillita rosada, está suelta ahí”. Todos quedaron expectantes y en silencio, mientras Carlos sostenía a su madre. La hermana volvió con la pastilla rosa entre sus dedos. Todos miraron a Carlos. Algunos con la boca abierta, otros con los ojos bien grandes. Uno se acercó y lo pellizco; otro, al día siguiente, le pidió un milagro. Carlos sonrió ante cada una de esas situaciones y dejó que el tiempo acomodara todo. Él simplemente era un aparecido.
martes, 29 de julio de 2008
Fidel

Pueblo costero chico. Marzo, quizá abril, del ’76. Los tres saben lo que se viene. Jorge vio las puertas marcadas con una cruz de tiza en el barrio del otro lado del río. Si no es hoy, es mañana. Hay que preparar todo. Primero los libros. “¿Adónde?”. “Allá, en el fondo del patio”. “¿Un pozo?”. “Sí, un pozo”. La biblioteca quedó casi vacía. Los papeles van a parar a una fogata improvisada en la bañadera. Otros, al inodoro.
-Esperá, hay un problema.
-¿Qué?
-¿Qué mierda hacemos con el perro?
-¿Qué tiene el perro?
-¿Cómo, qué tiene?
- …
-Fidel… Se llama Fidel.
-¿Y?
-¿Cómo, y? ¿Y si nos preguntan cómo se llama?
-Le decimos otro nombre.
-No, no, el perro no responde a otro nombre. Mirá, hagamos la prueba. ¡Fico! ¡Fico!... No sé, piensen otro nombre, no se rían como dos boludos.
- …
- No, en serio, muchachos, qué carajo hacemos.
Al día siguiente, tocaron la puerta. Entraron, revisaron, desordenaron, volvieron a revisar. Todo iba bien, hasta que el jefe del operativo llegó con sus botas al fondo del patio. Se paró frente al montículo e hizo un movimiento con la cabeza como diciendo: “¿Y esto?”.
-El perro…
-… murió hace unos días.
Cuando todo terminó, la puerta quedó marcada con la cruz de tiza.
Y todo siguió. Sin el perro y sin los libros.
-Esperá, hay un problema.
-¿Qué?
-¿Qué mierda hacemos con el perro?
-¿Qué tiene el perro?
-¿Cómo, qué tiene?
- …
-Fidel… Se llama Fidel.
-¿Y?
-¿Cómo, y? ¿Y si nos preguntan cómo se llama?
-Le decimos otro nombre.
-No, no, el perro no responde a otro nombre. Mirá, hagamos la prueba. ¡Fico! ¡Fico!... No sé, piensen otro nombre, no se rían como dos boludos.
- …
- No, en serio, muchachos, qué carajo hacemos.
Al día siguiente, tocaron la puerta. Entraron, revisaron, desordenaron, volvieron a revisar. Todo iba bien, hasta que el jefe del operativo llegó con sus botas al fondo del patio. Se paró frente al montículo e hizo un movimiento con la cabeza como diciendo: “¿Y esto?”.
-El perro…
-… murió hace unos días.
Cuando todo terminó, la puerta quedó marcada con la cruz de tiza.
Y todo siguió. Sin el perro y sin los libros.
jueves, 24 de julio de 2008
Catarsis III (final)
¿Qué mierda me importan las carteras de Cristina cuando lo que se está poniendo en juego es cómo se va a distribuir la renta en Argentina? Porque lo que se discutió estos días fue eso, no la chequera del gobierno. O qué te crees, que todos estos señores que se pusieron al frente de lock out patronal hicieron todo lo que hicieron por el hambre, la pobreza, los negros, los cabecitas. Estaban peleando por la renta, no querían dejar de ganar. ¿Adónde estaban estos señores cuando en los ’90 se remataban los campos de los pequeños y medianos productores que dicen hoy defender? ¿Adónde estaba cuando morían 50 pibes de hambre por día? Porque la cosa es simple: todos esos forros que salieron a cacelorear durante este conflicto no pudieron conmoverse ni con el show del hambre tucumano de 2002 de Canal 13, pero sí se indignaron porque a los señoritos del tractor les tocaban las ganancias. Con los negros, no, ellos son pobres porque quieren, no trabajan porque son vagos; pero estos gauchitos son muy parecidos a los míos, sobre todo porque tienen propiedad, en fin, somos de la misma estirpe. Jamás voy a estar de ese lado. Jamás voy a decir eso. Jamás voy a pensar eso. Qué me importa Moreno cuando está en juego eso. Algo tan simple como eso. Pero ya lo sabemos: la clase media porteña todavía se sigue preguntando porque el pibe que le pide una moneda en la calle lo mira así, con esa mirada extraviada de odio; todavía se preguntan por qué esos que marchan por las calles detrás de una bandera lo miran con ese resentimiento. “Yo qué les hice para que me miren así”. Eso se preguntan. Y los muy turros no encuentran respuestas.
Hace unos días mi hermana me recordó que una vez le dije que lo peor de este país es la clase media. Estos días me hacen corroborar esa frase. Somos la peor calaña, la peor mierda…
Hace unos días mi hermana me recordó que una vez le dije que lo peor de este país es la clase media. Estos días me hacen corroborar esa frase. Somos la peor calaña, la peor mierda…
martes, 22 de julio de 2008
Catarsis II
No, señor, no, señora, no, joven de chomba lacoste, no hay matices, hoy no los hay, la calle nos separa. Vos en una vereda, con tu idea puritana de la política, con la conciencia limpia y la bandera –sin sangre ni barro– que sacas para el mundial; y yo, al frente, con la idea que la política es maquiavelo, es tener un muerto en el placard, es negociar, discutir, putear. Es odiar al que la quiere toda para él.
Sí, claro que sí, la política debe buscar el bien común. Pero en este país no hay bien común posible si hay personas que sólo ponen sus cacerolas al servicio de personas de su misma estirpe, que ningunean a los pobres, que jamás hicieron nada por ellos más que darle una bolsa de ropa a Caritas, que se conmueven con el pibito negro harapiento de la calle y lo miran y se dicen: “ay, me lo llevaría a mi casa” como si fuera un perro abandonado.
Esa es la cuestión. Porque a lo que no tenés derecho es a creer que el gobierno es una dictadura o una monarquía que hace y deshace a su antojo los destinos de nuestro país. Porque si algo no es este gobierno es hegemónico y autoritario. ¿Hace falta que te lo demuestre? La 125 fue derogada. A lo que no tenés derecho es a desconocer que lo que sucedió en los últimos cuatro meses fue una arremetida de los grandes grupos económicos ante una mínima intervención del Estado. Porque si la cabeza solo te da para dilucidar que el gobierno hizo lo que hizo para llenarse los bolsillos de plata o comprar intendentes, debo decirte que lo tuyo es muy básico, muy de jardín de infantes. Pero no te aflijas, si querés ser de derecha, estudiás un poquito y lo vas a entender. No es tan difícil. Ojo, pero ahí te vas a tener que hacer cargo del lugar desde donde decís las cosas. Claro, pero sospecho qué es lo que te pasa. Tenés miedo. No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado. Porque cuando vas con tu banderita al acto de los patrones del campo, vas por eso, por el miedo que te da que el Estado te quiera retener algo: el mp3, la notebook, los metros cuadrados de tu depto en Recoleta, tu posibilidad de hacerte un viajecito al exterior, la oportunidad de evadir impuestos. No te engañes, no salís por la democracia, la democracia te importa un huevo, tanto como le importó a tus ancestros cercanos que seguramente aplaudieron el golpe y votaron a Menem. Es tan obvio.
Sí, claro que sí, la política debe buscar el bien común. Pero en este país no hay bien común posible si hay personas que sólo ponen sus cacerolas al servicio de personas de su misma estirpe, que ningunean a los pobres, que jamás hicieron nada por ellos más que darle una bolsa de ropa a Caritas, que se conmueven con el pibito negro harapiento de la calle y lo miran y se dicen: “ay, me lo llevaría a mi casa” como si fuera un perro abandonado.
Esa es la cuestión. Porque a lo que no tenés derecho es a creer que el gobierno es una dictadura o una monarquía que hace y deshace a su antojo los destinos de nuestro país. Porque si algo no es este gobierno es hegemónico y autoritario. ¿Hace falta que te lo demuestre? La 125 fue derogada. A lo que no tenés derecho es a desconocer que lo que sucedió en los últimos cuatro meses fue una arremetida de los grandes grupos económicos ante una mínima intervención del Estado. Porque si la cabeza solo te da para dilucidar que el gobierno hizo lo que hizo para llenarse los bolsillos de plata o comprar intendentes, debo decirte que lo tuyo es muy básico, muy de jardín de infantes. Pero no te aflijas, si querés ser de derecha, estudiás un poquito y lo vas a entender. No es tan difícil. Ojo, pero ahí te vas a tener que hacer cargo del lugar desde donde decís las cosas. Claro, pero sospecho qué es lo que te pasa. Tenés miedo. No hay nada más parecido a un fascista que un burgués asustado. Porque cuando vas con tu banderita al acto de los patrones del campo, vas por eso, por el miedo que te da que el Estado te quiera retener algo: el mp3, la notebook, los metros cuadrados de tu depto en Recoleta, tu posibilidad de hacerte un viajecito al exterior, la oportunidad de evadir impuestos. No te engañes, no salís por la democracia, la democracia te importa un huevo, tanto como le importó a tus ancestros cercanos que seguramente aplaudieron el golpe y votaron a Menem. Es tan obvio.
lunes, 21 de julio de 2008
Catarsis I
¿Por qué tengo que soportar las palabras hirientes e ignorantes del viejo que se sienta al lado mío en el colectivo? ¿Qué complicidad sospecha en mí, un joven de 30 años que sólo quiere leer un libro, mientras llega a su trabajo? ¿Qué lo hace pensar que yo estoy de acuerdo con él, con su pensamiento reaccionario y fascista? Entonces, aclaro: “Yo estoy a favor de la política del gobierno”. Los ojos se sorprenden, no sabe bien qué decir, algo balbucea, pero no con el mismo valor que hace unos segundos. Yo lo miro. La cosa termina ahí. Sigo leyendo.
¿Por qué tengo que soportar que todos coreen en acaloradas discusiones los copetes de La Nación? ¿Por qué tengo que tolerar que si uno les dice que no, que lo que está diciendo no es así, y le da información, el otro contesta: “Pero yo tengo derecho a pensar distinto”? Sí, a pensar distinto sí, a lo que no tenés derecho es a repetir consignas racistas, a escudarte en el librepensamiento para juzgar a los que menos tienen cuando en tu puta vida te conmoviste por ellos ni por nada que sea algo que no se pueda comprar. Porque vos sí vendiste tu almita en los ’90 por la módica suma de poder comprar el lavarropas en cuotas, y ellos no puede ir a la plaza para asegurarse un mínimo sustento para sobrevivir. A eso no tenés derecho. Como tampoco lo tenés a reducir la política y el rumbo de este país a agresiones hacia la presidenta de la Nación. Ese contrerismo barato al que no se le cae una idea, que repite y repite las opiniones del oráculo Nelson Castro. A lo que no tenés derecho es a denigrar la política, a reducirla a la “chequera del gobierno”, a la “locura de esta mina”, a la “heroicidad de Cobos”, al “autoritarismo y la soberbia de la presidenta”. Pensá, lee, estudia, informate, porque si querés tomar partido hacelo con estilo, no con la burrada del sentido común, hacete cargo que querés ser de derecha. ¿Ah, no? ¿No querés ser de derecha? Ah, ¿sos progre? Entonces qué corno hacés defendiendo la renta de los patrones del campo. Ah, ¿no es sólo es eso? ¿te molesta el estilo del gobierno? ¿lo ves poco democrático? ¿te joden las carteritas de Cristina? ¿te enerva que griten mucho? Mirá vos, che. Qué mal que está el país, ¿no? A mí me parece que el peronismo te da urticaria. No podés tolerar que haya sido el hecho maldito de nuestro país burgués. No podés pensar la política como un lugar donde hay que enchastrarse. Como te molesta D’Elía, Moreno y Moyano, ¿no? Se te revuelven esas tripitas que no se cansan de tomar actimel todas las mañanas. Y, bue, seguí así, cuando ganen ellos qué vas a decir. Ah, ya sé: “Son todos iguales”. Y vas a volver a empezar, limpito, sin manchas, con esos aires de yotedijequeestoibaapasar, yotedijequeerantodoslamismamierda, yotedijeque, yotedije, yote, yo.
¿Por qué tengo que soportar que todos coreen en acaloradas discusiones los copetes de La Nación? ¿Por qué tengo que tolerar que si uno les dice que no, que lo que está diciendo no es así, y le da información, el otro contesta: “Pero yo tengo derecho a pensar distinto”? Sí, a pensar distinto sí, a lo que no tenés derecho es a repetir consignas racistas, a escudarte en el librepensamiento para juzgar a los que menos tienen cuando en tu puta vida te conmoviste por ellos ni por nada que sea algo que no se pueda comprar. Porque vos sí vendiste tu almita en los ’90 por la módica suma de poder comprar el lavarropas en cuotas, y ellos no puede ir a la plaza para asegurarse un mínimo sustento para sobrevivir. A eso no tenés derecho. Como tampoco lo tenés a reducir la política y el rumbo de este país a agresiones hacia la presidenta de la Nación. Ese contrerismo barato al que no se le cae una idea, que repite y repite las opiniones del oráculo Nelson Castro. A lo que no tenés derecho es a denigrar la política, a reducirla a la “chequera del gobierno”, a la “locura de esta mina”, a la “heroicidad de Cobos”, al “autoritarismo y la soberbia de la presidenta”. Pensá, lee, estudia, informate, porque si querés tomar partido hacelo con estilo, no con la burrada del sentido común, hacete cargo que querés ser de derecha. ¿Ah, no? ¿No querés ser de derecha? Ah, ¿sos progre? Entonces qué corno hacés defendiendo la renta de los patrones del campo. Ah, ¿no es sólo es eso? ¿te molesta el estilo del gobierno? ¿lo ves poco democrático? ¿te joden las carteritas de Cristina? ¿te enerva que griten mucho? Mirá vos, che. Qué mal que está el país, ¿no? A mí me parece que el peronismo te da urticaria. No podés tolerar que haya sido el hecho maldito de nuestro país burgués. No podés pensar la política como un lugar donde hay que enchastrarse. Como te molesta D’Elía, Moreno y Moyano, ¿no? Se te revuelven esas tripitas que no se cansan de tomar actimel todas las mañanas. Y, bue, seguí así, cuando ganen ellos qué vas a decir. Ah, ya sé: “Son todos iguales”. Y vas a volver a empezar, limpito, sin manchas, con esos aires de yotedijequeestoibaapasar, yotedijequeerantodoslamismamierda, yotedijeque, yotedije, yote, yo.
domingo, 20 de julio de 2008
El chat y Cobos

Chateo pre-Cobos
Ella dice:
Yo estoy con el campo, querido!!!
N. dice:
Yo estoy con el gobierno.
Ella dice:
Ay, sí, qué espanto!!!
N. dice:
¿Por qué es un espanto que yo apoye al gobierno y no que vos hagas lo mismo con el "campo"? A mí me parece bien que estés con el "campo". En ningún momento te descalifique por eso. Me parece un poco intolerante lo tuyo, ¿no?
Chateo post-Cobos
Ella dice:
Lo que pasó es raro, no grave.
N. dice:
Para mí, sí es grave
Ella dice:
N., no estamos en los ’70!!!
N. dice:
No necesito que nadie me diga en que año estamos. Para mí, lo que pasó es grave.
Ella dice:
Yo estoy con el campo, querido!!!
N. dice:
Yo estoy con el gobierno.
Ella dice:
Ay, sí, qué espanto!!!
N. dice:
¿Por qué es un espanto que yo apoye al gobierno y no que vos hagas lo mismo con el "campo"? A mí me parece bien que estés con el "campo". En ningún momento te descalifique por eso. Me parece un poco intolerante lo tuyo, ¿no?
Chateo post-Cobos
Ella dice:
Lo que pasó es raro, no grave.
N. dice:
Para mí, sí es grave
Ella dice:
N., no estamos en los ’70!!!
N. dice:
No necesito que nadie me diga en que año estamos. Para mí, lo que pasó es grave.
lunes, 23 de junio de 2008
Soviet de palier
Camino por Triunvirato, del subte a casa, hace frío. Levanto la cabeza y miro al frente, y veo, detrás de una puerta vidriada, el palier de un edificio nuevecito abarrotado de personas. Reunión de consorcio. El máximo nivel de organización colectiva a la que puede llegar la clase media porteña. De qué estarán hablando: de echar al portero, de lo mal que limpian los negritos que le baldean los pasillos y las escaleras, en los ruidos molestos de la línea 71, de lo bien que estuvieron cuando salieron a cacelorear todos juntitos.
*
Es recordada la anécdota que se vivió en la gran asamblea interbarrial que se llevaba a cabo en Parque Centenario en enero de 2002 después del estallido de diciembre. Una señora bien corregía a un joven cuadro de alguna organización que insistía con la palabra ‘compañeros’.
–No, yo no soy compañera, yo soy vecina.
*
Después de los sucesos del lunes 16 me atrevo a afirmar, sin ningún tapujo ni falso impulso irracional, que siento vergüenza de haber salido el 19 de diciembre de 2001 a acompañar a todos esos caceroleros. Vergüenza propia. Me cago en los vientos de la historia que esa puta noche me arrastraron hasta la peronista plaza de mayo. Y no es que obvie los contextos diferentes, pero el sólo hecho de pensarme al lado de los mismos del lunes pasado me da esa cosita que, día a día, va encontrando la palabra justa: odio.
sábado, 21 de junio de 2008
domingo, 15 de junio de 2008
Los pobres y la clase media (2º parte)

Santa Fe y Callao. Atardecer frío. Una cincuentona le tira los pelos a otra. Le arrastra con furia la cabellera roja. Varias insultan. “¡Denle la espalda!”, proponen. La colorada se aleja.
–¿Qué pasó? –pregunta el cronista, recién llegado.
–Es paraguaya. Preguntó por qué cortábamos la calle. ¿Por qué no se va a Paraguay?, le dijimos –explica una mujer, vincha celeste y blanca.
–¿Qué pasó? –pregunta el cronista, recién llegado.
–Es paraguaya. Preguntó por qué cortábamos la calle. ¿Por qué no se va a Paraguay?, le dijimos –explica una mujer, vincha celeste y blanca.
II.
–El Gobierno quiere generar caos. Es autoritario. Hacen todo para reprimir y mandar a la gente en cana –cuenta un hombre de 40 años.
–Reprimieron –dispara el cronista.
–¡Claro! A De Angeli.
–¿Hubo heridos?
–No.
–¿Los golpearon?
–No. Subieron a 19 a un camión. Ya los liberaron.
Los hijos de los campesinos no vinieron. Edad promedio: medio siglo. Dos carteles: “Basta de odio, Cristina” y “Alí KK y sus 40 ladrones”.
“Son desastrosos. Les sacan la plata a los campesinos”, explica una anciana, setenta largos, tapado de piel, varias capas de pintura.
–¿Les sacan porque son ricos? ¡Si son ricos que lo disfruten! Las retenciones son inconstitucionales, tengo hijos abogados. Fernández dijo que no iban a lastimar a nadie y Gendarmería lastimó a un montón de gente, mujeres, chicos. ¡Son todos montoneros!
–¿Recuerda una represión semejante?
–Sí, cuando se fue De la Rúa.
–En 2001 hubo decenas de muertos.
–El problema es que acá se oculta todo, hijo –explica.
–¿Salió a la calle en 2001?
–No, mi marido no me dejaba. Pero ahora soy viuda –celebra.
Su compañera interviene. “Soy jubilada, fui empleada pública. Esta mujer odia al pueblo. Lo explicó el cura en lo de Grondona. ‘El Gobierno necesita una figura maternal’, dijo. ¿Vos sos periodista?” El cronista asiente. “¡Odia a los periodistas! Lo veo por la televisión, porque ni diarios leo –confiesa–. Menem robaba pero era vivo, compraba casas. Esta habla del marido... ¡Hace quince años están separados! Y tiene un montón de amantes. ¿Por qué creés que la hija no la quiere? Mirá la chilena. Le mataron al padre y fue al velorio de un general. ¿Sabías que a las viejas les dan una subvención?
–¿A las Madres de Plaza de Mayo?
–Sí, esas que tienen los hijos en Francia. Las tienen de idiotas útiles.
–El Gobierno quiere generar caos. Es autoritario. Hacen todo para reprimir y mandar a la gente en cana –cuenta un hombre de 40 años.
–Reprimieron –dispara el cronista.
–¡Claro! A De Angeli.
–¿Hubo heridos?
–No.
–¿Los golpearon?
–No. Subieron a 19 a un camión. Ya los liberaron.
Los hijos de los campesinos no vinieron. Edad promedio: medio siglo. Dos carteles: “Basta de odio, Cristina” y “Alí KK y sus 40 ladrones”.
“Son desastrosos. Les sacan la plata a los campesinos”, explica una anciana, setenta largos, tapado de piel, varias capas de pintura.
–¿Les sacan porque son ricos? ¡Si son ricos que lo disfruten! Las retenciones son inconstitucionales, tengo hijos abogados. Fernández dijo que no iban a lastimar a nadie y Gendarmería lastimó a un montón de gente, mujeres, chicos. ¡Son todos montoneros!
–¿Recuerda una represión semejante?
–Sí, cuando se fue De la Rúa.
–En 2001 hubo decenas de muertos.
–El problema es que acá se oculta todo, hijo –explica.
–¿Salió a la calle en 2001?
–No, mi marido no me dejaba. Pero ahora soy viuda –celebra.
Su compañera interviene. “Soy jubilada, fui empleada pública. Esta mujer odia al pueblo. Lo explicó el cura en lo de Grondona. ‘El Gobierno necesita una figura maternal’, dijo. ¿Vos sos periodista?” El cronista asiente. “¡Odia a los periodistas! Lo veo por la televisión, porque ni diarios leo –confiesa–. Menem robaba pero era vivo, compraba casas. Esta habla del marido... ¡Hace quince años están separados! Y tiene un montón de amantes. ¿Por qué creés que la hija no la quiere? Mirá la chilena. Le mataron al padre y fue al velorio de un general. ¿Sabías que a las viejas les dan una subvención?
–¿A las Madres de Plaza de Mayo?
–Sí, esas que tienen los hijos en Francia. Las tienen de idiotas útiles.
Por Diego Martínez, en Página/12 de hoy.
Los pobres y la clase media
"Mi propia madre, que en su juventud era empleada en un comercio, me contaba cómo la habían llevado 'por la fuerza', una vez, a la Plaza de Mayo, y cómo por ese atropello, que debe haber sido cierto, supongo, toda su vida odió al peronismo. Pero también pude observar, como hija de mi madre, que le repelían los cabezas, los negros, los pobres cuando se organizaban. El pobre suelto, el que tocaba a su puerta para pedirle pan, era bienvenido para que ella ejerciera sus actos caritativos. El pobre junto al pobre, buscando salir de su pobreza, organizado, era para ella un exceso insoportable"
Sandra Russo en la contratapa de Página/12 de ayer.
Sandra Russo en la contratapa de Página/12 de ayer.
viernes, 6 de junio de 2008
Cursilerías cetáceas

Hace unos días le hice una entrevista al tipo que más sabe de ballenas. Se llama Roger Payne y, entre otras cosas, descubrió cómo identificarlas y su canto (sí, las ballenas cantan y se pueden escuchar a 20.000 km de distancia; escuchar el sonido que emiten es increíble, aunque es cierto que uno no puede sustraerse del capítulo de Los Simuladores, pero, bue, es impresionante escucharlas).
Lo que sigue a continuación es un recuadro que, finalmente, no salió por cuestión de espacio. Es medio cursi, pero a veces está bien serlo. Qué se yo.
Cuando el cronista de esta nota –que es una ciudad cercana a la casa de las ballenas– se puso a pensar en cómo iba a hacer la nota, se le vino a la cabeza su mejor recuerdo con nuestras amigas del mar. Y escribió esto: “Era invierno y con un amigo fuimos a pescar a una playa inhóspita, El Pedregal, cerca del Golfo Nuevo. Estabamos solos, el mar, las gaviotas, los guanacos y todo el desierto patagónico detrás de nuestras espaldas. Con la mirada podía divisarse el contorno del golfo y los escalones de la meseta. No había pique. De repente, hacia nuestra izquierda, vimos que el agua se agitaba un poco. Nos quedamos perplejos y expectantes. Sabíamos que era una de ellas. Y no venía sola, un ballenato la acompañaba. Avanzaron lentos, con esa parsimonia que las hace únicas. Pasaron al frente nuestro, a no más de 5 metros. Nosotros seguíamos impávidos y callados. Solo se oían las olas rompiendo en la costa y el suave movimiento de esas grandes bestias asomándose en el agua. La naturaleza nos apabulló, éramos intrusos y, al mismo tiempo, testigos privilegiados de un espectáculo que recién hoy, escribiendo esta nota, aprendo a valorar. En ese momento me sentí extraño y bien chiquito frente a tanta inmensidad. Hace bien sentirse así, porque uno aprende que somos nosotros, los humanos, quienes deben redimirse a la naturaleza, y no al revés. Y hace bien, porque nos ubica en el lugar exactamente contrario a esa omnipotencia que nos hace creer que el mundo está a nuestra merced”.
Lo que sigue a continuación es un recuadro que, finalmente, no salió por cuestión de espacio. Es medio cursi, pero a veces está bien serlo. Qué se yo.
Cuando el cronista de esta nota –que es una ciudad cercana a la casa de las ballenas– se puso a pensar en cómo iba a hacer la nota, se le vino a la cabeza su mejor recuerdo con nuestras amigas del mar. Y escribió esto: “Era invierno y con un amigo fuimos a pescar a una playa inhóspita, El Pedregal, cerca del Golfo Nuevo. Estabamos solos, el mar, las gaviotas, los guanacos y todo el desierto patagónico detrás de nuestras espaldas. Con la mirada podía divisarse el contorno del golfo y los escalones de la meseta. No había pique. De repente, hacia nuestra izquierda, vimos que el agua se agitaba un poco. Nos quedamos perplejos y expectantes. Sabíamos que era una de ellas. Y no venía sola, un ballenato la acompañaba. Avanzaron lentos, con esa parsimonia que las hace únicas. Pasaron al frente nuestro, a no más de 5 metros. Nosotros seguíamos impávidos y callados. Solo se oían las olas rompiendo en la costa y el suave movimiento de esas grandes bestias asomándose en el agua. La naturaleza nos apabulló, éramos intrusos y, al mismo tiempo, testigos privilegiados de un espectáculo que recién hoy, escribiendo esta nota, aprendo a valorar. En ese momento me sentí extraño y bien chiquito frente a tanta inmensidad. Hace bien sentirse así, porque uno aprende que somos nosotros, los humanos, quienes deben redimirse a la naturaleza, y no al revés. Y hace bien, porque nos ubica en el lugar exactamente contrario a esa omnipotencia que nos hace creer que el mundo está a nuestra merced”.
martes, 3 de junio de 2008
Un gato del barrio
domingo, 1 de junio de 2008
Made in China (II)

Unas de las cosas que pasaron mientras este blog estuvo stand by fue la triste partida de los –mis– chinos del mercado, donde día a día pasaba para aprovisionarme de mi sustento diario. Sí, mis queridos waikikis me dejaron para siempre. Y sin despedirse. Una tarde pasé a comprar galletitas para tomar mates y me encontré con la persiana baja y ruido del otro lado, ruido de obra. Descarté las vacaciones, pero pensé que estarían haciendo alguna reforma. Pasaron las semanas y, un día, de refilón, desde la otra esquina, ví luz y salí disparado al negocio. Pero para mi sorpresa me encontré con otra familia de chinos. Qué pasó. Adónde están. ¿Serán familiares de China? Nada de eso. Habían vendido. Y se fueron, sin despedirse. En los 5 años que compartimos jamás pude saber el nombre de él. Pero sí me había encariñado con Lili, que la había visto crecer en medio de las góndolas desde el 2003. A los días, los nuevos me contaron que sus antecesores se habían separaron, que él volvió a las tierras de Mao y ellas estaban en Canadá.
La nueva familia repite la historia. Son tres: él, ella y un bebé. Pero con ellos ya hablé más en unos meses que con los waikikis en 5 años. Tanto hablé que ya sé el nombre de los tres: él, Jo; ella, Ni; y el bebé, Alberto, un pequeño que nació hace 8 meses acá, y que según su padre es “bien argentino”.
La nueva familia repite la historia. Son tres: él, ella y un bebé. Pero con ellos ya hablé más en unos meses que con los waikikis en 5 años. Tanto hablé que ya sé el nombre de los tres: él, Jo; ella, Ni; y el bebé, Alberto, un pequeño que nació hace 8 meses acá, y que según su padre es “bien argentino”.
lunes, 26 de mayo de 2008
Democracia tachera

Vuelvo a casa en un taxi pagado por la empresa donde trabajo. Vamos callados, él, el chofer, y yo, el pasajero. Igual, estoy decidido a hablar, a hacerle una pregunta. Más temprano, otro taxista, más joven, me dijo que por día un tachero hace unos 250 kilómetros de recorrido. Quiero chequear el dato. Pregunto y me confirma la cifra. La verdad es que no deja de sorprenderme ese número.
–¿Hace cuánto que es taxista?
–Tengo 57 y empecé a los 18, así que hacé la cuenta.
–¿Cuántos kilómetros habrá recorrido entonces, no?
–Y, hacé la cuenta –me repite con tono socarrón.
Así vamos, anécdota va, anécdota viene, todas de él, obvio (entre ellas me cuenta que un día llevó a De la Rúa cuando era presidente: “Yo no le quise cobrar, pero el me tiró 50 pesos en el asiento de adelante”), hasta que se me ocurre preguntarle qué fue lo que más cambio en las calles de Buenos Aires desde que él empezó hasta la actualidad. Mi prejuicio me adelanta posibles respuestas. La que se lleva todos los premios es el flamante, aunque ahora relegado por la inflación, tema de la inseguridad. Pero no. El tipo me sorprende, los taxistas siempre están un paso más adelante que todos nosotros, ignotos e ignorantes pasajeros.
–Mirá, lo que pudrió todo en este país fue la democracia. De ahí para adelante todo se pudrió… Antes se respetaba al taxista, ahora no se respeta a nadie, la democracia pudrió todo, pero todo, eh, todo.
(Desde este humilde espacio quiero hacerle llegar mi agradecimiento a este trabajador de los autos de alquiler por haberme dado la estocada justa y necesaria para retomar mis escritos en este blog. Cómo podía dejar de contar esto)
–¿Hace cuánto que es taxista?
–Tengo 57 y empecé a los 18, así que hacé la cuenta.
–¿Cuántos kilómetros habrá recorrido entonces, no?
–Y, hacé la cuenta –me repite con tono socarrón.
Así vamos, anécdota va, anécdota viene, todas de él, obvio (entre ellas me cuenta que un día llevó a De la Rúa cuando era presidente: “Yo no le quise cobrar, pero el me tiró 50 pesos en el asiento de adelante”), hasta que se me ocurre preguntarle qué fue lo que más cambio en las calles de Buenos Aires desde que él empezó hasta la actualidad. Mi prejuicio me adelanta posibles respuestas. La que se lleva todos los premios es el flamante, aunque ahora relegado por la inflación, tema de la inseguridad. Pero no. El tipo me sorprende, los taxistas siempre están un paso más adelante que todos nosotros, ignotos e ignorantes pasajeros.
–Mirá, lo que pudrió todo en este país fue la democracia. De ahí para adelante todo se pudrió… Antes se respetaba al taxista, ahora no se respeta a nadie, la democracia pudrió todo, pero todo, eh, todo.
(Desde este humilde espacio quiero hacerle llegar mi agradecimiento a este trabajador de los autos de alquiler por haberme dado la estocada justa y necesaria para retomar mis escritos en este blog. Cómo podía dejar de contar esto)
viernes, 23 de mayo de 2008
2º período

Pasaron 8 meses y dos días desde la última vez que posteé algo en este blog. Escribí sobre la primavera y, como una maldición, me marchité de ganas de seguir. Y eso que sucedieron cosas para dedicarle unas líneas, pero, bueno, me quedé ahí. No pude.
Supongo que algunas situaciones recuperaré. Aunque no estoy seguro de traerlas a este blog con la misma fidelidad auditiva y visual que en aquel momento.
¿Podré tener la constancia necesaria? ¿Dejaré de preguntarme a cada rato para qué mierda escribo esto? ¿Qué sentido tiene subir 10 líneas a un blog que no lee nadie, que a nadie le interesa? ¿Podré tener tiempo para escribir? ¿Podré escribir algo que valga la pena? ¿Podré encontrarle un sentido a todo esto? ¿A quién le importa lo que a mí me parece importante? ¿A quién lo conmueve –para bien o para mal– una frase escuchada al pasar en el subte mientras hago que leo un libro? ¿Es importante esa frase? ¿Para qué sirve reescribirla acá? ¿Para qué carajo sirve?
Tantas preguntas no dan ganas ni de empezar. Pero acá me ven...
*
Hay pocas que me convencen de este espacio personal propio mío exclusivo subjetivo. El nombre que le puse me gusta: fugaz mirada speed. Ojos veloces que miran para luego describir brevemente lo poco que pudieron ver. Y lo que digo para los ojos vale también para los oídos. Podría haber sido: fugaz escucha speed.
*
¿Se puede contar una ciudad?
Supongo que algunas situaciones recuperaré. Aunque no estoy seguro de traerlas a este blog con la misma fidelidad auditiva y visual que en aquel momento.
¿Podré tener la constancia necesaria? ¿Dejaré de preguntarme a cada rato para qué mierda escribo esto? ¿Qué sentido tiene subir 10 líneas a un blog que no lee nadie, que a nadie le interesa? ¿Podré tener tiempo para escribir? ¿Podré escribir algo que valga la pena? ¿Podré encontrarle un sentido a todo esto? ¿A quién le importa lo que a mí me parece importante? ¿A quién lo conmueve –para bien o para mal– una frase escuchada al pasar en el subte mientras hago que leo un libro? ¿Es importante esa frase? ¿Para qué sirve reescribirla acá? ¿Para qué carajo sirve?
Tantas preguntas no dan ganas ni de empezar. Pero acá me ven...
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Hay pocas que me convencen de este espacio personal propio mío exclusivo subjetivo. El nombre que le puse me gusta: fugaz mirada speed. Ojos veloces que miran para luego describir brevemente lo poco que pudieron ver. Y lo que digo para los ojos vale también para los oídos. Podría haber sido: fugaz escucha speed.
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¿Se puede contar una ciudad?
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